A una hora decente

Sonó el despertador. Que bien dormí después de la llamada. Me estire.

¡No era Arwen! ¡No era!

Mireya siempre con la cabeza en las nubes y la mandé por un tubo. Me siento mal. Con lo mala que es para hablar por teléfono con personas desconocidas.

Siempre me ha sorprendido cómo es que maneja un negocio sin las habilidades básicas de comunicación. Luego recuerdo que la que hace las llamadas soy yo o Juani. La que lleva las citas y la promoción es Margarita y Mireya se dedica a lo que sabe hacer: los fierros. “iNo son fierros!” oigo claramente su voz. Ya sé que no son fierros pero para mí es como si lo fueran.

En Fin, seguramente todavía está volando. Lo más probable es que no se haya animado a marcar para pedir su aparato. No me queda más remedio que rescatarla, de nuevo. Es lo que hacemos la una por la otra.

Sacó mi celular y marcó el número de mi amiga.

—Dijiste que dos horas. Que bueno que me llamaste antes.

—Wow. Tres cosas, bueno cuatro. La primera: no soy Mireya. Fíjate en el identificador de llamada. La segunda: me sorprende que te haya marcado. Mi amiga está creciendo.—Comento mientras pongo mi mano izquierda sobre mi pecho.— La tercera: ¿por qué no le has mandado su teléfono?

—¿Ana?, eso dice al identificador, si hablamos. Le dije que no puedo mandarle su teléfono porque ocupo el dispositivo. Tengo una presentación en un par de horas y pensaba hacerla de nuevo, pero no me dio la contraseña, ni me dejo hablar. Tu amiga es un poco grosera.

—No, no lo es. Bueno, con extraños… es un gusto adquirido. Pero es una buena persona. Su vuelo apenas aterrizará en una hora más. Te aseguro que para entonces tendrá una solución. Y, a lo mejor, una disculpa. Pero la disculpa no te la garantizo.

—Sí, claro. Su solución será borrar mi pobre teléfono.

—¡Jamás! Dale una oportunidad. Aparte, depende mucho como le hayas respondido la primera vez. Tiene problemas y cero filtro.

—Si me di cuenta.—dijo en un murmuro, esperando que no lo escuchara.

—Pero es buena. Lo prometo. Si tienes algún problema con ella márcame y yo te ayudo a solucionarlo.

—Ah, tú eres el filtro. Que bueno que tenga uno.

—Eres gracioso. ¿Cómo dijiste que te llamabas?

—Lucas. Espero que lo que dices sea cierto y me llame.

—Ya verás

—¿Cuál era la cuarta cosa que ibas a decir?

—Que tienes muy bonita voz. Bueno, si necesitas apoyo para mandar ese teléfono o solucionar algún problema. No dudes en marcarme. A eso nos dedicamos.

—Gracias Ana. Confiemos en Mireya.—y colgó.

Qué bueno que mi amiga está creciendo. Me va a recordar a mi madrecita santa cuando le marque en un par de horas por haberle colgado en la mañana. Pero está bien. Conociéndola, seguramente está echando chispas en este momento, maldiciendo todo lo que la llevó a estar tratando de solucionar el problema.

Ya quiero saber su historia sobre la llamada. Saber qué le pareció la voz de Lucas y si tenía fotos de él en su celular. Seguro es guapo y se va a enamorar de su amiga. iQué bonita historia! Pero ya era hora de salir de la cama y preparar posibles pendientes para ayudar a ese par de tontos a regresarse los teléfonos.

¿Pero y si no se enamoran? Eso sería un terrible desperdicio de oportunidad. Bueno, tendré que empujarlos un poco. Después de todo tengo un mes para lograrlo.

 

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